Miraba a la ventana porque era todo lo que sabía hacer; escapar a sus miedos con una sonrisa y el corazón hecho pedazos. Volvió al principio, las cosas como eran: el silencio de su calle y la luz apagada en su corazón.
Las manos le temblaban y en el pecho sentía corrientazos, no pudo dar un paso más y se dejo caer en plena calle.
Querer no siempre es bueno, pero estaba de vuelta. Sonrisa, mascara perfecta, sueños inconclusos, ojos encharcados, manos temblorosas y miedo encapuchado.
Buenos días, mundo. Buenos días.
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